domingo, 4 de enero de 2009

El valor del pequeño patrimonio intersticial


El conflicto del crecimiento de las poblaciones y sus consecuencias en el entorno inmediato es tan viejo como la humanidad y su hábito de vivir en comunidad. Lo que ha ido cambiando en el devenir histórico es la percepción de esa relación de la ciudad con su entorno, En el amplio catalógo de relaciones posibles “dentro-.fuera” tenemos ejemplos diversos para diversas situaciones y diversos diseños para cada una de ellas: la muralla que limita y separa, la ciudad-jardín que procura camuflarse en el exterior, la huerta que civiliza los espacios periféricos, los caminos que cruzan, los que provocan mayor crecimiento… Todos ellos patrones de diseño que, con mejor o peor resultado han dado forma a ese catálogo y escenarios a esa relación de prácticas “dentro-fuera”. Ahora bien, si añadimos hoy el transporte motorizado, las infraestructuras y los modelos de gestión urbanística y observamos nuestras poblaciones, el espectáculo es desolador, especialmente en los espacios periféricos e intersticiales.
La urdimbre de relaciones dentro-fuera se han visto desposeídas de su catálogo tipológico y parece imposible recuperar el viejo equilibrio.
Sin embargo, cierta nueva sensibilidad “ecológica” y la necesidad moderna de usar y disfrutar del entorno natural, nos obligan a reconsiderar y rediseñar los espacios periféricos e intersticiales para dar satisfacción a los ciudadanos.

Siendo los humanos seres que vivimos en nuestras historias, no podemos renunciar a ellas….. por ejemplo, es ridículo escribir en los libros escolares como vivían los catalanes en el siglo XVII y XVIII sin que podamos visitar y conocer los restos y vestigios que tenemos, pozos de hielo, pozos de cal, cauces y cabañas de pastores porque los vayamos arrasando con un crecimiento inculto y especulativo. A la vez, es ridículo que no apliquemos soluciones de diseño a la frontera ciudad-campo en base a estas historias, restos patrimoniales (no importa su valor…) y nuevos usos de ocio ciudadano. No existen urbanizaciones en nuestro entorno que tomen en consideración este problema aunque disponemos de normas, regulaciones y leyes que, simplemente tendríamos que hacer cumplir… no es necesaria una nueva ley sino una mirada transversal de todas ellas, interdisciplinar e inteligente que sea capaz de diseñar proyectos que:

-Respeten y valoricen el patrimonio, sin reparar exclusivamente en su valor arqueológico sino también de posición
-Faciliten el acceso responsable al medio
-Integren los valores paisajísticos en las poblaciones
-Contemplen, respeten y aseguren las acciones antiincendios
-Procuren un control social de las periferias urbanas
-Faciliten un tránsito no motorizado “dentro-fuera”

Existen las normas, las historias, las tradiciones, la tecnología y las ideas…. ¿no será una cuestión de pereza disciplinar y burocrática, o la vieja pretensión corporativista de querer resolverlo todo desde una y única cátedra, o lo tenemos al final de nuestras prioridades políticas? La división disciplinar y competencial deja los espacios intersticiales sin control o, lo que es peor, al albur de cualquier actividad depredadora, oportunista o peligrosa. Por el contrario, estoy seguro de que la preocupación por esos espacios, el humilde patrimonio y esas relaciones ancestrales son el futuro de nuestras ciudades medianas.