sábado, 10 de julio de 2010

Marketing Turístico


Habitualmente, la promoción turística confunde la imagen que se quiere proyectar con la identidad que un territorio atesora. Afortunadamente, como expertos consumidores de imágenes turísticas, hemos adquirido distinciones para discernir lo real de lo falso. La foto de la playa 'perfecta' acompañada de un lema más o menos acertado nos provoca una desconfianza inmediata y, a veces, incluso el rechazo de ese destino... ¿será verdad, o, junto a la palmera, fuera del ángulo de la cámara, hay una cementera estrepitosa y echando humo? La pericia y picardía del fotógrafo (y recientemente el photoshop) obra milagros... aunque de corto alcance.
Por identidad entiendo el conjunto de rasgos propios de un individuo, de una colectividad o de un lugar que los caracterizan frente a los demás. Cuanto más bellas sean las imágenes para la promoción de un destino, más rigurosos hemos de ser con el cumplimiento de la promesa que lleva implícita. Corremos el peligro de la decepción, el rechazo y la contrapropaganda. Aunque entendemos el uso metafórico de la imagen, cuando resulta que la imagen no se convierte en prácticas turísticas reales incurrimos en prácticas de riesgo irresponsables con la identidad del territorio.
¿Y no será mejor 'negocio' dedicar el presupuesto de promoción a la limpieza de la playa?, por ejemplo... Es demagógico, lo sé.