lunes, 18 de febrero de 2008

Viñedos y Cambio Climático


Este pasado fin de semana he asistido en Hospitalet de Llobregat al foro “Cambio Climático y Vino” . 350 personas de 40 países han estado debatiendo sobre las consecuencias, posibilidades y alternativas que el cambio climático provocan en la viticultura.

Sin ser un experto en este mundo, me han quedado un par de ideas claras. Debido a las dramáticas consecuencias del aumento de la temperatura del planeta, hay dos principales alternativas para aquellos que quieran insistir en un negocio tan ligado al clima como el del vino. La primera, radical, sería cambiar los viñedos de latitud hacia las nuevas zonas vitivinícolas que las variaciones climáticas provean. En Europa, por ejemplo, Inglaterra y Dinamarca (sí, sorprendente!). La segunda, ligada a los territorios tradicionales, usar variedades de uva más adaptadas a las nuevas exigencias climáticas. En cualquier caso y pese a la simplificación excesiva de estas líneas, me satisfizo encontrar un colectivo preocupado y comprometido con hallar soluciones a un problema políticamente mal atendido.

En mis conversaciones y lecturas he encontrado tres posiciones básicas ante el cambio climático. Aquellos que se pelean, aún, con la verdad o falsedad del postulado. Estéril posición, desconectada de la acción y tan española. Recientemente un líder político español hacía gala de esta posición fundándola en la opinión de su primo.
Aquellos otros que sin discutirla esperan pasivamente que la ciencia, el progreso, la propia naturaleza o intervenciones mágicas resuelvan el futuro… “no pasará nada”.
Por último, aquellos, entre los que me cuento, que vemos una oportunidad en la crisis de rediseñar y construir nuevas maneras de relacionarnos con Pangea, más responsable, respetuosa y duradera.

Volviendo al foro del fin de semana, este era el estado de ánimo de los asistentes, optimista y activo aunque no exento de preocupación. Además, aquellos con el compromiso de conservar la identidad de sus territorios y no solo el negocio, defendían estrategias integrales que incluían la defensa del paisaje, el uso de energías limpias, agricultura ecológica, formación e información.

Paradójicamente, la preocupación por las consecuencias del cambio climático nos empuja a la recuperación de la identidad territorial, actividades, paisaje y la gente que lo habita. Bienvenida sea.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amigo Rafa.

Efectivamente: viñedos y no vino.

Territorio y no producto.

El impacto de las denominaciones de origen ha sido muy variopinto desde su creación. Por una parte ha facilitado al consumidor la ardua tarea de la adquisición bajo el paraguas de una pretendida garantía. ¿cómo iba yo a saber la diferencia entre unos y otros sin una seña de identidad mínima?. Finalmente era mucho menos arriesgado llevar el postre, ...

¿He dicho seña de identidad?. Claro, de identificar se trata.

Pero, la estructura mental del consumidor es reduccionista, especialmente cuando se desenvuelve en el centro comercial. Al final, tras la compra de una "Nike Air" con doble cámara de aire y un "Marqués de Arienzo" reserva del 96, existe una frasecita de nuestra entendida voz interior que dice: si es (...) debe ser bueno.

En este sentido, denominación de origen y marca son absolutamente sinónimos.

Y todo ello a pesar de que las denominaciones de origen topónimos son en muchos de los casos.

Sin embargo, identificar el origen del producto con el territorio no ha servido al fin para ilustrar a las gentes sobre el suelo que pisamos. Veo con asombro la hilaridad que produce saber que un alumno de secundaria de los EE.UU no sepa ubicar España en el Mapa Mundi (yo no tengo ni idea de dónde está Oregon) sin embargo, aquellos que ríen del yanqui, ¿sabrían situar Logroño con un error de 100 km.? en un mapa español DIN-A3? ¿sabemos dónde nace el río Duero y sus afluentes?

Las D.O. no ayudan a identificar el territorio sino el producto, sí amigo Rafa, Viñedos y no vino.

Mario Sánchez