viernes, 6 de agosto de 2010

De vacaciones

Agosto en una población de la costa. Vacaciones. Mezcla de actividades habituales y extraordinarias. Las habituales no lo son exactamente, en realidad aunque no difieran de las cotidianas, se hacen sin prisa y de otra manera, comprar el pan y el periódico paseando o en bici. Tiempo para el paseo y la bicicleta. Siempre y cuando lo permita el espacio. El litoral, la playa, la costa, el mar parece un espacio diseñado para las actividades extraordinarias… pero, ¿y las habituales? ¿Cómo diseñamos ese espacio?
Observo cómo se mueve la gente y la suma de despropósitos. La carretera general va junto a la costa rellena de vehículos. Algunos semáforos incrementan el colapso. Las edificaciones se acumulan junto a la carretera sin apenas espacio de maniobra para los automóviles (la gente, simplemente, ‘dribla’ automóviles estacionados o en marcha…). Algunos entusiastas se obstinan en ir en bici sorteando paseantes y más automóviles. Alguien habilitó un estrecho espacio entre la carretera y la playa para el paseo peatonal. Mal diseñado, no tiene principio ni final, se interrumpe, tiene pasos angostos e incluso peligrosos, no está señalizado y los coches estacionan en él obligando al peatón a ingresar en la carretera. En el interior de la población, más automóviles, la mayoría de los cuales se han puesto en marcha para recorrer un kilómetro, a lo sumo dos, pelean por los escasos metros de calles mal dimensionadas y se detienen y vuelven a arrancar ininterrumpidamente. El desbarajuste sería fácil de arreglar: invertir el orden de las prioridades peatón-vehículo.
Con el pan bajo el brazo y el sol en la cara, algunos veraneantes disfrutan
–Estoy de vacaciones…

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